Unas burbujas que brotan de picar piedra

José Luis Bonet repasa la historia de la compañía, que está basada en el trabajo y el tesón para llegar al éxito, que se plasma en la fortaleza de sus marcas y mercados

23 jun 2016 / 10:00 H.

Freixenet es mucho más que burbujas que inspiran la felicidad en copas que sirven para brindar por un futuro mejor. Su presidente, José Luis Bonet, explicó que las burbujas están, pero que surgen de “picar piedra”, que fue la metáfora que repitió en varias ocasiones para aseverar que el éxito empresarial se cimenta en el trabajo. Se definió como mitad monje —docente e investigación en la Universidad de Barcelona durante 49 años— y mitad soldado —empresario de raza— para dar una lección magistral que tuvo partes de teoría y mucha enseñanza práctica. Fue en el desayuno coloquio “Diálogos: JAÉN, Nuevo Milenio”, que organizó Diario JAÉN con el patrocinio de la Fundación Cajasol y Alvic y con la colaboración de Ifeja y Casa Herminia. Fue el director de Diario JAÉN, Juan Espejo González, quien realizó el prólogo del evento, en el que destacó el espacio que representa para la convivencia de ideas este foro del diario de la provincia, el gran nivel del ponente y las similitudes que existen entre el mundo del vino y el de los aceites, por lo que las enseñanzas bien servirían para crear analogías.

El presidente de la Fundación Cajasol, Antonio Pulido, presentó el evento y al ponente, mientras que la directora comercial de Castillo de Canena Olive Juice, Rosa Vañó, enumeró los logros de José Luis Bonet como prólogo a su intervención. “La historia de Freixenet la he seguido —desde hace más de 50 años— al lado del que ha sido el adalid de la epopeya de Freixenet, mi tío José Ferrer Sala. Ahora es el presidente de honor y, con noventa años, sigue tan activo como siempre”, dijo José Luis Bonet en el inicio.

“Los factores clave son la ambición, la calidad, la innovación, la marca y la internacionalización. Cuando empecé, Freixenet vendía un millón de botellas y lograba unos 50 millones de pesetas. Ahora, comercializamos 175 millones de botellas y pasamos de largo los 500 millones de euros. Somos un grupo multinacional que tiene 23 bodegas en 3 continentes: Europa, América y Oceanía. Cuando comencé al lado de mi tío, en el año 65, Freixenet era la segunda del sector, pero 25 veces más pequeña que la primera. El transito del sorpasso ha sido muy interesante”, comenzó su intervención. “Freixenet protagoniza un cierto liderazgo. Se ha convertido en la primera empresa del mundo del sector de los vinos espumosos de calidad, como el cava. También se muestra como la líder en exportación de bebidas de España y tiene tres premios Príncipe Felipe a la Excelencia Empresarial en sus vitrinas. Constituye un grupo de unas 70 empresas, que se encuentra muy concentrado en el vino, tanto el espumoso como el tranquilo”, esbozó. También continuó: “Compramos el equivalente a unas 25.000 hectáreas, sobre todo, en la zona del Penedés, por lo que tenemos cierto liderazgo. Arrastramos a nuestros trabajadores y a sus familias y al mundo viticultor de esa zona. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

los inicios. “Esto comienza en el siglo XIX, cuando un tatarabuelo mío tuvo el problema —irónico— de que se enamoró de una mujer de San Sadurní de Noya. Él era un tejedor de lino de Lérida, pero el amor es el amor y se casaron. Entonces, cambió el lino por el vino. Dio el salto y empezó a vender el vino en las colonias españolas a mediados del siglo XIX. Fueron los primeros exportadores de vino y tuvieron un momento de triunfo cuando los franceses tuvieron la desgracia de la filoxera”, argumentó. Después del triunfo, vino la desgracia. La filoxera pasó los Pirineos y destruyó el viñedo español. Se quedaron sin vino y, además, las colonias americanas se habían independizado, por lo que se quedaron sin mercados. Sin oferta ni demanda, no había negocio. Por eso, cerraron”, afirmó.

“Luego, mis abuelos se casaron. Pedro Ferrer se une con Dolores Sala, que era hija única de la casa de vinos que eran los Sala. Era una mujer con grandes conocimientos enológicos, sabía mucho de vino y de negocios, algo que tuvo gran importancia. En 1914, Pedro Ferrer les convence para reemprender. Llegaban tarde, ya que había otros por delante”, recuerda. José Luis Bonet recordó los momentos complicados en los que hubo que “picar piedra”: “En 1936, con la Guerra Civil, fue horrible. Para mi familia fue un desastre. Freixenet fue colectivizada y mi abuelo fue asesinado por ser empresario. El hijo mayor, que entonces tenía 23 años, pues también porque era el hijo del empresario. Mi familia se quedó sin nada y lo pasó muy mal. Pero, en 1938, cuando la Generalitat, que había colectivizado las empresas, se dio cuenta de que había perdido la guerra, las devolvió. Entonces, se las dio a las mujeres de la familia, que eran las que estaban allí. Mi tío José Ferrer entonces tenía 11 años. Ellas son las que tuvieron el coraje de continuar”.

José Luis Bonet explicó que la empresa creció a la par que la sociedad española: “La autarquía fue muy dura. Desde 1940 hasta 1959, España lo pasó muy mal. Estaba encerrada en sí misma porque pensaba que era peligroso asomarse al exterior. Las mujeres aguantaron. Llegó José Ferrer, que pasó por todos los departamentos de la empresa, y mi abuela, con el consentimiento de sus hermanas, le cedieron el puesto. A finales de los años 50, entra una nueva generación, que busca dejar la Guerra a un lado, para ir hacia adelante y progresar.

Recorrido ascendente. El presidente indica que fue clave la red comercial: “Subido al progreso de esa etapa, Freixenet inicia un recorrido hacia arriba. Recuerdo que conversaba con mi tío, que me decía que esa botella era el futuro. Era la carta nevada, que la tenían como un capricho comercial marginal. También creamos un ejército regular de vendedores que salía del concepto del desarrollo. Todo el mundo podía tomar cava, por lo que vendíamos tienda a tienda. Nos anticipamos al resto y tuvimos éxito”.

Además, añadió: “Nos poníamos a picar piedra. Montábamos filiales. Sabíamos que nos costaría dinero, pero lo hacíamos con un riesgo calculado. Estuvimos 20 años poniendo dinero, pero creíamos en lo que hacíamos, trabajábamos y perseveramos. A los 20 años, empezamos a ganar y a los 40 nos pusimos líderes”. También manifestó: “El éxito nos sonrió en EE UU por innovación con redes comerciales. Lo normal era tener un distribuidor en Nueva York y que vendiera. En cambio, mi tío tuvo a 60 distribuidores, uno en cada Estado, para que, animados por una oficina de Freixenet, vendieran. Fue un éxito monumental. Nos convertimos en los primeros. A partir de ahí, en 1983, vimos que estábamos a punto del mercado común y fuimos a por Europa. Montamos una oficina en Alemania y, entonces, comercializábamos 200.000 botellas en Alemania. Entramos en el mercado común con esfuerzo y red comercial hasta lograr 40 millones de botellas en Alemania. Por lo tanto, este fue el proceso. Los demás estaban sorprendidos”.

José Luis Bonet también se refirió al tesón empresarial y al devenir de la economía global: “Cuando tuvimos el éxito en EE UU, el dólar valía 185 pesetas que daban buenos excedentes. Había dos opciones. Una era abrir la cartera y meter los billetes y la otra pasaba por jugar a favor del negocio y montar una estructura en California. Decidimos jugar y fue importante. Luego, la peseta fuerte de Solchaga fue un desastre para la exportación. Retrasó la exportación 10 años. Lo que antes era 185 era 80 pesetas. Los que entonces salieron seguidos por Freixenet, quedaron destruidos. Nosotros aguantamos”.

No hay duda de que la historia de Freixenet es la de tesón y confianza. “Picar piedra hasta conseguir las burbujas”. Hoy se muestra como la empresa familiar española más potente en el mundo basada en el negocio de los vinos que, en definitiva, es un producto tradicional que salió disparado gracias a la red comercial y a altas dosis de innovación.