Un exorcista de guardia en la Diócesis de Jaén

La labor del sacerdote es confidencial, como la de un confesor

17 sep 2017 / 11:45 H.

No hay estadísticas oficiales sobre cuántos exorcismos se practican, es como si estuviera a disposición del público la cantidad de pecados que se comenten en cada una de las provincias y municipios españoles, explica un sacerdote a este periódico. Sencillamente, esa información no se aporta, porque cuando un cristiano acude a un cura es auxiliado por uno de los sacerdotes especializados en combatir al demonio, es en el marco de una ceremonia que está rodeada de la misma intimidad que la de acudir a un confesionario. Es totalmente confidencial, todo se queda entre el religioso, el “beneficiario” y, si los hubiera, los testigos de lo ocurrido. Pero el hecho de que no se hable de ello habitualmente, no quiere decir que no haya exorcistas. Al contrario. El deán de la Catedral y Vicario General de la Diócesis de Jaén, Francisco Juan Martínez Rojas, confirma que el Obispado, como todos los de España, apostilla, tiene encomendada esta misión a uno de sus pastores.

Este clérigo, a pesar del intento de este periódico, eludió dar detalles sobre su labor, por la propia discreción que debe acompañar a esta misión. ¿Pero qué hace un exorcista exactamente en pleno siglo XXI? Su labor se ajusta a la definición de la Real Academia de la Lengua, es decir, se trata del eclesiástico al que se le ha conferido la tercera de las órdenes menores, cuyo ministerio era exorcizar al demonio. No es que este sacerdote vaya por ahí con su sotana en busca de criaturas endemoniadas, tal y como explicaron las fuentes consultadas, sino que es el propio creyente, también sus familiares o personas de su entorno íntimo, los que piden esta especie de asesoramiento. El motivo de dar este paso es, como se ha popularizado gracias al cine y a la literatura, es el de observar conductas extrañas e inexplicables en un individuo. En muchas ocasiones, tal y como apunta un cura que no quiere dar su nombre, todo se soluciona con una visita al médico, al resultar la supuesta posesión algo mucho más profano, como un trastorno psicológico, pero otras sí se interviene y, para ello, se emplea una fórmula antiquísima. Durante 400 años, desde 1614, la Iglesia Católica utilizó el Rituale Romanum para realizar exorcismos. Tuvo varias actualizaciones y su última edición fue en 1952. Hace 16 años, en 1999, se publicó uno nuevo, que fue criticado, entre otros, por el famoso padre Gabriele Amorth, un sacerdote italiano que ejerció como exorcista en la Diócesis de Roma y que sí concedió entrevistas, incluso apareció en televisión y escribió libros. Falleció hace un año y se le atribuyen, a lo largo de sus treinta años de ejercicio, unos 70.000 exorcismos, lo que no quiere decir que atendiera a este número de personas, ya que, en ocasiones, un hombre o una mujer, pueden necesitar varias sesiones. Amorth, como el exorcista de la Diócesis de Jaén si tiene que enfrentarse a algún caso de estas características, solo emplea el agua bendita y la oración para la purificación de las almas.

un poco de historia. Al hablar de Satán y de su “paso” por tierras jiennenses hay que recordar hechos como el famoso camino que, según la leyenda, frecuentaban las brujas entre Andújar y Arjona, se supone que en siglo XVI, en plena época de la Inquisición. En algunos puntos de esta ruta, según los relatos que recogen cronistas como el iliturgitano Enrique Gómez, se organizaban los famosos aquelarres en los que el demonio hacía acto de presencia, en ocasiones, bajo la icónica apariencia de macho cabrío. Son tradiciones, transmitidas a lo largo de los siglos que tienen algo de cierto, porque la intervención de la Iglesia ante lo que se identificaban como posesiones malignas no era infrecuente. En el siglo XVII, sin embargo, comenzó a cambiar esta tendencia, gracias a un sacerdote de la Diócesis de Jaén, Alonso de Salazar y Frías, uno de los que participaron en el proceso contra las brujas de Zugarramundi, en Navarra, conocidas por la película del director Álex de la Iglesia que se inspira en ellas. Este cura, que destacó por su escepticismo ante este tipo de creencias, sentó las bases para que el Tribunal del Santo Oficio cambiara la forma en la que afrontaba las denuncias que recibía sobre los comportamientos considerados demoniácos y que, en una buena proporción, eran atribuidos a mujeres. Para fundamentar su postura, Alonso de Salazar y Frías recorrió la zona en la que, conforme aseguraban algunos vecinos los aquelarres eran el pan nuestro de cada día. Y, tras documentarse, consideró que no había razón para creer este tipo de historias. Gracias a él, se evitó más de una pena de hoguera y se “modernizó” la Inquisición, que no fue abolida hasta el siglo XIX, durante el Reino de Isabel II, hace no tanto.

Después de la Guerra Civil, en algunos pueblos jiennenses, existen testimonios que aseguran que presos se “curaban del comunismo” después de haber sido sometidos a una especie de ritual por un sacerdote lo que, en realidad, constituía un modo de algunos reos de evitar la represión, de la mano de cursas afectos al régimen victorioso. Sobre este tipo de actos, lo cierto, es que uno de los mayores expertos en este periodo en la provincia, el historiador jiennense Luis Miguel Sánchez Tostado, asegura no haber encontrado documentación, lo que no quita que este apóstata considere que, de haber ocurrido, se enmarca dentro de los abusos que algunos religiosos cometieron en esa época, sin haber dejado pista alguna.

Y es que, más allá de leyendas negras y no tan negras y hechos históricos, lo cierto es que la clave del trabajo del trabajo del exorcista actual, como hace siglos, es la discreción. Estos hombres de Dios cumplen así, una de las máximas de la Curia, “de internis neque ecclesia”, lo que traducido del latín, quiere decir que de lo que pasa en el interior del ser humano, calla hasta la Iglesia.

La privacidad es esencial en este trabajo

Para entender la existencia del oficio de exorcista en la Iglesia Católica hay que tener en cuenta que se trata de un auxilio que se ofrece a los creyentes que, en caso de creer que se sufre algún tipo de posesión, pueden acudir a su sacerdote para buscar ayuda y, así, llegarán hasta el exorcista. Es como ir a confesarse.

“De internis neque ecclesia”

Una de las máximas que guían la labor de los sacerdotes católicos es “de internis neque ecclesia”, un latinajo que quiere decir que, aunque uno sea cura, no le corresponde juzgar lo que le ocurre a una persona en su interior, tan solo, si es preciso, brindarle ayuda si así se lo solicita.

Historia que se mezcla con la leyenda

Un sacerdote de Jaén fue uno de los que, en el siglo XVII, contribuyó a que la Inquisición que, durante la Edad Media, había sido temida por su persecución de conductas que eran consideradas demoniacas, cambiara de actitud y pusiera en cuarentena las denuncias que le llegaban sobre brujos y brujas.

Un labor que necesita formación

En el Vaticano hay una escuela para exorcistas e, incluso, existe una asociación internacional de este tipo de sacerdotes. A pesar de esta “apertura”, hay discreción sobre los casos e, incluso, cierta confusión sobre cuántos clérigos se dedican en realidad a este tipo de oficio en todo el mundo.