Santa Catalina triunfa sobre el mal tiempo y el puente festivo

La jornada festiva transcurre con normalidad, pese a la lluvia inicial de la jornada

26 nov 2016 / 11:36 H.

Que “los tiempos están cambiando” no es solo el título de una de las canciones más conocidas del reciente Nobel de Literatura Bob Dylan. Es una realidad que se observa, nítidamente, en los efectos de una sociedad globalizada, entre los que sobresalen las tendencias políticas que han cobrado auge en Occidente. Y, a escala local, se palpa hasta en la celebración de tradiciones, como la romería de Santa Catalina. La copatrona de Jaén tuvo que luchar ayer contra dos “enemigos”, principalmente. El mal tiempo, que obligó a la cofradía a envolverla en un plástico, para protegerla de la lluvia que cayó sobre la ciudad minutos antes de que la santa saliera de su templo, en La Glorieta. Y, en segundo lugar, el “puente” que han juntado numerosos ciudadanos, al ser ayer un día feriado.

A las diez y media de la mañana, en el área recreativa del cerro que lleva el nombre de la copatrona, que, a esas horas, “siempre está lleno”, cuando el tiempo acompaña, el gentío de años precedentes se reducía, prácticamente, a los voluntarios de la Cofradía de Santa Catalina, que se afanaban preparando las viandas típicas de la romería. Las cajas de cinco y seis kilos de sardinas se contaban por decenas, como los kilos de chorizos, morcillas y pancetas. Y la vista, siempre insaciable, se perdía detrás de las perolas de papas a lo pobre, migas en abundancia y paellas. “Estamos preparando, por si viene alguien”, indicó uno de los cocineros.

El viento arreciaba y los nubarrones, algunos negros, amenazaban con descargar en cualquier momento. A las once de la mañana, el cerro aún estaba muerto y los “peregrinos” que, en veinticincos de noviembre soleados, plagan la carretera provincial que sube al Castillo, como si se tratara de una feria, eran contados. “Esto ya no es lo que era”, suspiraba un vecino de Jaén, en Caño Quebrado. “Hace 25-30 años, cuando amanecía, ya estábamos las pandillas en la puerta de alguna casa, con bolsas de comida y de bebida, para subir, porque, si tardabas mucho, no encontrabas ni palos (de pinos volcados) para hacer lumbres (cuando todavía estaba permitido), ni un sitio bueno”, rememoraba. Y eso, hiciera sol o diluviara. “Era distinto”, sintetizó otro hombre, buscando las causas de una costumbre que, en su opinión, “se está perdiendo”: “No se salía tanto. Esto era una vez al año y no estaban los padres para controlarnos. Ahora, los adolescentes están acostumbrados a salir y a volver tarde”. Y añadió un argumento más: “La gente no se iba, como ahora, de puente, porque había también menos dinero”.

Estaban enfrascados en la conversación, cuando, poco a poco, el cielo se fue despejando. El sol empezó a calentar y, con sus rayos, la cofradía retiró los plásticos a Santa Catalina. La valentía del hermano mayor, José Erena, y de los cofrades, de retar al mal tiempo y los “chubascos esporádicos” que anunciaba la Agencia Estatal de Meteorología, tuvo sus frutos. El 25 de noviembre, en el Cerro de Santa Catalina, fue una jornada que transcurrió llena del buen ambiente que caracteriza una de las fiestas más singulares de la capital, en un entorno natural privilegiado.

Y, aunque, en varios momentos de la mañana, el cielo “goteó” una lluvia que no llegó a mojar el suelo, las risas, la alegría y las ganas de pasarlo bien, disfrutando de un día al aire libre, en compañía de familiares y amigos y con un vaso de cerveza y unas sardinas que echarse a la boca, triunfaron. Y ello, a pesar del tiempo aciago de la jornada, del puente festivo que se han tomado muchos vecinos de la capital y de que los tiempos, como ya cantaba Dylan allá por la década de los sesenta, están cambiado.

El Parador de Turismo se renueva en la tradición
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Por primera vez, el Parador de Turismo instaló un “chiringuito” en el exterior, en el que se cocinaron migas y sardinas. En el interior, el reputado establecimiento hotelero y de restauración organizó un acto privado al que asistieron concejales de la Corporación Municipal, con el alcalde, Javier Márquez, a la cabeza; el diputado provincial Pedro Bruno, y el comisario de la Policía Nacional, Jesús Herranz, entre otros.