“O me operaban o me iba para el otro barrio”

A Javier de la Torre Moreno le diagnosticaron hepatitis B con doce años, que derivó en cirrosis en su madurez

31 jul 2017 / 11:19 H.

Javier de la Torre Moreno fue una de esas personas que se contagió de la hepatitis por “ignorancia”. Cuenta cómo, hace unas décadas, las agujas de los profesionales sanitarios se hervían “en una especie de lata y pinchaban a otro paciente”. “Recuerdo que tenía doce años y me estaban poniendo penicilina para el dolor de garganta cuando, de repente, caí redondo al suelo. El médico me diagnosticó hepatitis”. De la Torre es miembro de la Plataforma de Afectados de la Hepatitis C, aunque la que lo tuvo en cama durante tres meses fue la B, que, además, “no se la tomaron muy en serio” y le restaron importancia, lo cual tuvo sus consecuencias. Después, durante su adolescencia y madurez, confiesa que fue un “bebedor habitual” que, además, no solía hacerse pruebas médicas. Al final todo ello desembocó en una cirrosis, que le detectaron en 2011. Relata que, por aquel entonces, no había tratamientos, así que su estado empeoró hasta que fue necesario realizar un trasplante de hígado. “Tras la operación fue todo muy bien, fantástico”.

“Me echo la culpa porque reactivé el virus con el alcohol”. Con la hepatitis crónica, el hígado se deterioró rápidamente. Tenía cuarenta años cuando se levantó, se miró al espejo y advirtió la piel amarillenta. El médico le confirmó que sufría cirrosis a causa de la enfermedad. “No me lo dijo directamente, pero intuí que lo tenía muy crudo”. Estuvo en un proceso de enfermedad de más de dos años, con retenciones de líquidos, perdió masa muscular, sin ganas de comer. “La afección deja machacado y la diferencia de estado del organismo es terrible, porque va a peor hasta la muerte”. Los tratamientos que recibía eran para “mantenerlo con vida”, pues la única solución que tenía era el trasplante. “Tenía que conservar las fuerzas hasta encontrar a alguien compatible conmigo”. “Estaba en el límite, o me operaban o me iba al otro barrio”. Por fortuna, la cirugía “salió bien”.

De la Torre no dependía del alcohol, así que no tuvo problemas a la hora de dejar la bebida. “Llevo ocho años así”. El momento en que le detectaron la cirrosis le cambió “el chip”. “Empecé a valorar más la vida, a dar importancia a cada minuto, a pesar de los problemas”, declara. “Fue una experiencia nefasta, pero muy positiva; me ha dado pie a disfrutar más de mi familia, a apreciar más su compañía, se convirtieron en mi fuerza”. Según De la Torre, sobre la hepatitis, “en la sociedad no hay concienciación porque no hay explicación constante”. Recuerda la necesidad de advertir a la población de la prevención. “Se debe informar a la gente más a menudo, que no se olvide”.

Un cambio positivo radical

El cambio de Javier de la Torre es prueba de su evolución positiva gracias al trasplante de hígado. A la derecha, una imagen reciente, en medio del grupo. Debajo, una instantánea de De la Torre en 2011, un mes antes de la intervención. Tras la cirujía tenía que tomar veintinueve pastillas al día y, tres años después, solo necesita una para evitar el rechazo del órgano. El cambio fue “radical para mejor”.