La Universidad se asegura de la asistencia de sus profesores

En un sistema académico en el que la madurez y la responsabilidad de sus trabajadores se dan por hechas, cada vez son más férreos los controles de asistencia del Personal Docente e Investigador (PDI) a sus clases y tutorías en la Universidad. De esta forma, la jiennense, cuenta, desde hace ya dos cursos académicos, con un sistema por el que los profesores deben de firmar antes y después de cada clase. Asimismo, hay un inspector de servicio que supervisa el cumplimiento, como complemento a las firmas. Por otra parte, los alumnos también hacen de evaluadores de sus propios docentes desde hace varios años, de manera que, a final de cada curso, tienen que rellenar un cuestionario en el que califican la función del profesorado, sobre si asiste con asiduidad, si está en tutoría durante el horario establecido, si comienza las clases a la hora prevista o si llega con retraso.

Asimismo, para asegurar que los docentes e investigadores cumplen con sus horarios y justifican adecuadamente su ausencia, existe un inspector que puede hacer visitas sorpresa. Se trata de uno de los sistemas que se pusieron en marcha hace dos cursos con el anterior equipo rector de Manuel Parras y con el que el actual, dirigido por Juan Gómez, ha continuado. En estos últimos cambios, también se introdujo un sistema de control para el Personal de Administración y Servicios (PAS) que tiene que fichar con su huella dactilar, de manera que la institución pueda controlar que, efectivamente, están presentes durante su jornada laboral.

Pero, ¿a qué se debe tanta rigurosidad en el control de la asistencia del profesorado? ¿Son eficientes estos métodos? ¿Qué opinan los docentes y los alumnos? Esta vigilancia en las instituciones académicas superiores no es nueva; de hecho, el origen se remonta a la “Complutense” de Madrid cuando, en 2006, se puso en marcha un sistema piloto con estudiantes infiltrados que aumentó la asistencia de los docentes, ante su creciente absentismo. En la UJA, desde que se impuso este método de vigilancia, los profesores lo asumen dentro de su rutina docente. Sin embargo, son muchos los que lo consideran una falta de consideración a una profesión, cuyo horario laboral va más allá del que dedican a las clases y a las tutorías.

Según un informe de fiscalización de las cuentas rendidas por las universidades públicas andaluzas publicado el pasado mes de mayo, y al que hace referencia el diario “ABC”, el control de asistencia a clase de los docentes es en general “deficiente, aleatorio y carece de uniformidad”. El resto de universidades controlan con diferentes fórmulas.