La arquitectura se pone al servicio de los intereses de la museología

El edificio tiene 5 niveles, con una superficie útil de 9.019 metros cuadrados

08 dic 2017 / 10:33 H.

El último gran espacio expositivo inaugurado en Andalucía es el Museo de Málaga, en el Palacio de la Aduana de la ciudad costasoleña, hace justo un año. Su concepción es, a la fuerza, totalmente distinta a la del Museo Internacional de Arte Íbero de Jaén que, cuando se inaugure el próximo lunes será el más moderno de la comunidad y, posiblemente de España. Y no es porque sea el último, sino por convertirse en el más avanzado, en un ejemplo de cómo la arquitectura se pone al servicio de los intereses de la museología, de las piezas que albergará, de sus visitantes, de la investigación. “En Málaga, hubo que forzar la museología para adaptarla al edificio, en Jaén, estamos ante un inmueble ‘ex novo’, es decir, pensamos en un museo y, a partir de esta concepción, se levanta el edificio”, explica Marcelino Sánchez, director general de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía que aplaude la complicidad de los arquitectos responsables del proyecto.

El centro dedicado a la civilización íbera se articula en cinco niveles: -1, 0, +1, +2 y +3. Todos juntos suman 9.019 metros cuadrados útiles, sobre más de 11.000 construidos. La mayor superficie es, como es lógico, la dedicada a la colección permanente, que ocupa más de un tercio de todo el espacio. Pero más allá de estas magnitudes, recuerda Sánchez, la clave es cómo se organizan las circulaciones en el interior del gigantescos contenedor expositivo. “Tenemos que felicitarnos, porque el equipo de Servicios de Museos de la propia casa, con gente de la Delegación de Cultura en Jaén, puso toda su inteligencia y buen hacer para resolver situaciones como que hay que tener en cuenta que, al hablar de los íberos, nos podemos encontrar con piezas monumentales, de toneladas, para las que es preciso contar con grúas y un circuito que permita acceder sin problemas a los camiones”, ejemplifica el responsable de la Administración andaluza que precisa que la planta baja está planificada para la preparación de cada uno de los bienes que cruce las puertas del centro, su rápida catalogación, el almacenamiento, el estudio y la restauración. Se trata de un núcleo, independiente pero, a su vez, conectado con el resto del inmueble. Esta posibilidad de cerrar o abrir circulaciones según convenga, deja claro, es otro de los “secretos” del nuevo hogar de los íberos en Jaén que juega también con el juego de “dentro y fuera”. “Al cruzar la puerta principal, accedes a un vestíbulo que te lleva a un gran espacio expositivo que ocupa plantas enormes. Es una arquitectura monumental y contemporánea, con grandes espacios y amplitud, que permite estar conectado con la ciudad”, explica, entusiasmado con aportaciones de los autores de la obra que hacen que el edificio parezca flotar y esté lleno de luminosidad. Los íberos, por cierto, eran maestros en jugar con las luces, como queda claro en el yacimiento de Puente Tablas. Como es propio de un edificio, prácticamente recién terminado, cuenta con la última tecnología y con una instalación pensada para que, aunque esté oculta, permita crear cualquier tipo de montaje, una versatilidad para lo que serán muy importantes los raíles que hay en los altísimos techos, entre otros detalles.

El museo, además, son varios edificios en uno, como recuerda Sánchez, que desvela que unas enormes puertas, que quedarán embutidas en las paredes, prácticamente inapreciables para el visitante, serán clave para organizar la actividad, además de constituir un elemento de seguridad muy valioso. El flamante inmueble, que tiene un tratamiento que está pensado para que el hormigón, aunque parezca un contrasentido, se vea como un material delicado, como juzga el director general de Bienes Culturales. También tiene, como corresponde a la concepción de un “museo vivo”, espacios para el disfrute del visitante, como una cafetería con la posibilidad de abrir de forma independiente, aunque el resto del espacio esté clausurado, una tienda y otro área, con salón de actos y para dependencias para otro tipo de usos, como exposiciones temporales, que también tiene autonomía, aunque, en horario de atención al público, esté comunicada con el gigantesco módulo central. El área administrativa y de personal, importante por el volumen de trabajo que se espera en el Museo Internacional de Arte Íbero, se dispone a lo largo de tres plantas que son, si es preciso, totalmente independientes, aunque queden dentro del conjunto.

La redacción del actual proyecto correspondió a Francisco Javier Sánchez, Loreto Camacho y Fernando Mármol. La dirección de obra correspondió al estudio Eddea, del que forman parte José Luis López de Lemus, Harald Schönegger, Ignacio Laguillo y Luis Ibarra y, como recuerda Marcelino Sánchez, más allá de los valores puramente arquitectónicos, hay que tener en cuenta que el inmueble se levanta en el solar que, anteriormente, ocupó una prisión. “El lugar donde estuvo la cárcel, un lugar de memoria negativa, se trasforma para convertirlo en positivo; el recuerdo malo se queda borrado por la luz de una cultura que nos coloca en el mundo, en un referente, por la vinculación de esta tierra a la civilización íbera”, reflexiona.

De lo que fue el centro penitenciario, que quedó sin uso en 1997, nada queda. En su lugar, en el número 41 del Paseo de la Estación, se levanta el denominado como bloque de acceso, una estructura longitudinal, de dos plantas, que configura la fachada principal del edificio. En torno al vestíbulo, al que se llega desde la nueva plaza, se levantan la cafetería y la tienda, a la que se puede acceder sin tener que entrar necesariamente al resto del espacio expositivo; en este primer nivel también está el salón de actos y conferencias y el enorme espacio central, que tendrán que cruzar todos los que tengan la intención de visitar la “joya de la corona”, el bautizado como Bloque de los Íberos.

“Era una apuesta por lo singular que tiene Jaén”