“Jaén Acoge” cumple 25 años

La asociación lucha por la integración de los inmigrantes en la sociedad

23 jul 2017 / 11:25 H.

Un puente que une a personas sin importar su procedencia, cultura o religión. Así define Elena Tajuelo Sánchez, presidenta de “Andalucía Acoge” y responsable del área de Educación en la delegación en Jaén, el objetivo de la oenegé sin ánimo de lucro, independiente y aconfesional. Este verano celebran su vigesimoquinto aniversario, en el que han sido testigos de la evolución del perfil de los usuarios y el crecimiento de voluntarios y miembros dispuestos a aportar su grano de arena en la sociedad actual. “Nuestra misión es buscar un modelo de ciudadanía inclusiva y responsable basado en la interculturalidad y la justicia social”, aclara la presidenta.

Tajuelo cuenta que, a lo largo de estos años, el colectivo inmigrante que ha acudido a ellos ha evolucionado. “Antes eran sobre todo temporeros que se acercaban con la campaña de la aceituna”, afirma la presidenta, y explica que ellos les daban apoyo e información tanto para regularizar su situación como para las posibles dudas que les surgieran a causa del idioma. Poco a poco reagruparon a sus familias y se instalaron de forma más estable, lo cual conllevó nuevos retos para la asociación.

Profesionales, educadores sociales, abogados expertos en extranjería y mediadores interculturales son parte de la plantilla de “Jaén Acoge”, donde el fin es lograr una “verdadera inserción de la persona”, declara Tajuelo. Para ello, uno de los pilares fundamentales es la educación, y desde hace cuatro años colaboran en la intervención comunitaria, en la que se traslada la labor a todo un barrio y a los diferentes agentes que se encuentran en la zona. “Es un trabajo más completo, con más implicación del entorno”. Destacan el desarrollo “muy exitoso” del proyecto en Peñamefécit. “Es una zona donde hay mucha población inmigrante”, afirma Tajuelo, y añade: “Son personas que buscaban alojamiento en el punto más barato de la ciudad, y por eso ahí encontraron un hogar la mayoría”. Asimismo el colegio Antonio Prieto —fusión de los centros educativos Peñamefécit y Ramón Calatayud— ha sido el lugar de la labor del colectivo más cercano. “El equipo directivo se ha implicado mucho y, gracias a ello, actualmente hay más de veinte nacionalidades en el recinto, en una convivencia totalmente intercultural”, subraya Tajuelo.

Desde la asociación realzan la importancia de los proyectos a largo plazo. “Es necesario dar continuidad para ver los resultados”. Tal como ocurre en “Antonio Prieto”, se ha logrado una convivencia “totalmente natural, con niños que empezaron desde pequeños, con tres años”. El refuerzo del contacto entre los padres y las madres ha creado una relación más estrecha. “Ya no es el marroquí o el nigeriano, sino Natasha, Noel o Mohamed; es la persona con la que ha criado a su hijo, un vecino más”, comenta Tajuelo.

proyectos. Actualmente desde la asociación se desarrolla el proyecto “Stop rumores”, en el que “se trata de desmontar los ‘chismes’ sobre población inmigrante, como que los chinos no pagan impuestos, que bajan el nivel educativo o que copan la sanidad pública”. Además trabajan en la campaña “Cinco millones de pasos”, para “sensibilizar y llevar a la opinión pública el proceso de una persona desde que sale de Siria”. Otra manera de comprender el drama de la inmigración.

Primer Encuentro Interreligioso sobre la convivencia en paz

La Asociación Jaén Acoge celebró, recientemente, su primer Encuentro Interreligioso en el colegio Antonio Prieto, en el barrio de Peñamefécit. Según cuenta la presidenta de la asociación, Elena Tajuelo, como oenegé aconfesional querían dar una imagen positiva al rechazo actual que existe sobre el islam a causa de los atentados yihadistas que fomentan la islamofobia. Por ello reunieron a varias personas, como miembros de la comunidad budista, católica, evangelista e islamista. “Fue un encuentro muy agradable en el que se mostró que no debe haber confrontación entre los diferentes credos existentes para lograr una convivencia”. Para la celebración buscaron un lugar “neutral”, así que pensaron en el centro Antonio Prieto, donde “la interculturalidad se ve nada más entrar por la puerta”. Más de ochenta personas se dieron cita en la charla, donde los asistentes leyeron un fragmento de su propio libro sagrado y, a continuación, se realizó una convivencia entre los presentes en el que tuvieron la oportunidad de degustar comida de diferentes culturas. Desde la asociación valoraron de forma muy positiva el resultado final del encuentro, enmarcado dentro de las actividades organizadas para la celebración del vigésimo quinto aniversario del colectivo que próximamente realizará campañas de visibilización de los refugiados sirios en la provincia de Jaén.

“Al principio tenía miedo de que me rechazaran”
Fátima Zahraa Fatah Allah |
Ama de casa
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Fátima Zahraa Fatah Allah es marroquí y llegó a España con catorce años, por reagrupación de la familia. Tiene recuerdos difusos de aquellos tiempos, pero no olvida el impacto que tuvo al percibir las diferencias entre los dos países. “Los primeros días en Jaén fueron una mezcla rara entre la alegría y la tristeza, no sentía miedo por mí, sino por el rechazo que podía sufrir de los españoles. Aun así estaba muy emocionada, por empezar una nueva vida llena de oportunidades”. La Asociación Jaén Acoge fue un punto importante para su inserción en la sociedad. “Me dieron cursos para aprender el idioma y consejos para integrarme”. Sin embargo, el comienzo en las aulas fue complicado, a causa de la lengua. “Las clases fueron bien y mal, pues era difícil tener que aprender de golpe el español, así que tuve algunos problemas de adaptación, tanto con los compañeros como con los profesores y en los estudios en general”. Pero el tiempo pasó y poco a poco se convirtió en una jiennense más. “Estoy casada, tengo una familia y soy feliz”. Cuenta que conoció a su marido a través de unos amigos y que la relación con la familia de él fue positiva desde el principio. Zahraa afirma que “está bien” en Jaén y que de momento no le gustaría regresar a su país aunque, en vacaciones, la familia al completo visita su tierra natal. Ella se siente completamente integrada, pero recuerda que todavía “queda mucho por hacer”. Comenta que se debe seguir trabajando para que “no se quede en el olvido”. “La mejor forma para que entiendan nuestra situación es que se pongan en nuestra piel, que vean cómo sus hijos deben emigrar fuera, a otro país, para buscarse la vida y salir adelante”. Todavía hay prejuicios, pero también avances para lograr una convivencia plena.

“Trabajo desde el cariño y el diálogo”
María cano romero |
Trabajadora Social
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María Cano Romero comenzó en la Asociación Jaén Acoge como trabajadora social para realizar un proyecto de intervención comunitaria en el barrio de Peñamefécit, donde desarrollan diferentes acciones con la población residente. Cano subraya la importancia del trabajo en red, que afecta a todas las entidades del entorno. Cano confiesa que se considera una persona que se implica. “Esto es pura vocación, se hace por amor”. Declara que el proyecto es “apasionante”, sobre todo por tener la oportunidad de trabajar directamente con gente de todas las franjas de edades. Al relacionarse con personas la mayoría en riesgo de exclusión social, la relación que se genera entre ellos es “muy cercana”, por ello su día a día es “desde el cariño y el diálogo, con mucho corazón”. La trabajadora social explica que, al conocer al individuo que se oculta tras la etiqueta de “inmigrante”, sale a relucir una amistad. Asimismo la coordinación continua del equipo del proyecto crea compañeros que pasan a convertirse en familia.

Según Cano es una labor “muy enriquecedora”, que la ha hecho crecer en el ámbito personal y profesional. “El trabajo con personas es lo más bonito que hay, con la oportunidad de aportar un granito de arena para que su situación sea un poco mejor”. Sin embargo, la proximidad también tiene efectos colaterales. “A veces es muy duro, se viven situaciones muy complicadas con familias y niños pequeños y, aunque no deje de verlo como un trabajo, son personas a las que se les ofrece un servicio, humanos que sienten, quieren y necesitan lo mismo que nosotros”. Cano admite que, cuando empezó, “quería cambiar el mundo”, y que para ello debía empezar por su entorno más próximo. “Es duro, pero también muy satisfactorio”.