El calendario de 2017 solo deja 5 días de buena lluvia

El cielo ha descargado agua sobre la capital durante 43 días de este año, aunque en la mayoría han sido “cuatro gotas”. La tierra se seca y los pantanos están al límite por la escasez de precipitaciones

10 sep 2017 / 11:23 H.

Jaén se seca. Ni llueve, ni se espera en los próximos días, pese a que la provincia se juega la vida. Solo hay que hacer un poco de memoria y pensar, ¿cuál fue el último día lluvioso en la capital? Sin duda, sorprende. Hay que remontarse hasta el 28 de abril de 2017 para encontrar una jornada con unas precipitaciones que merecieran la pena. Es verdad que después algo sí que ha caído, pero ha sido tan poco que no puede considerarse una jornada de precipitaciones.

La red de Estaciones Agroclimáticas de la Consejería de Agricultura cuenta con un observatorio en la capital jiennense. Los datos que ofrecen asustan y pone de manifiesta un problema grave de sequía, pese a que en algunos foros aún se le da vueltas a la hora de etiquetar la situación con este término. No hay duda de que los días que han pasado de 2017 han sido tremendamente rácanos en lluvia. Si se coge el calendario, existen 43 jornadas en las que, al menos, cayó una gota del cielo en la capital jiennense. En cambio, días lluviosos —con más de 10 litros por metro cuadrado en 24 horas—, solo ha habido 5. Además, si se cuantifican las jornadas en las que, al menos, ha caído agua para mojar la calle, seguro que salen poco más de 10 —en el infográfico de la página siguiente figuran los días en los que ha caído algo de agua junto a los litros por metro cuadrado recibidos en la capital jiennense—.

Los cinco días. El 28 de abril fue la última jornada en la que cayó lluvia de una manera que se pudiera considerar algo más de “cuatro gotas” o un chaparrón aislado. Era viernes y habían pasado dos semanas del día del año en el que, tradicionalmente, casi nadie quiere que llueva: el Viernes de Pasión. Entonces, el cielo dejó 12,8 litros por metro cuadrado. Para encontrar otro día así hay que retroceder hasta el 13 de marzo. Entonces, solo cayeron 10 litros. Las mejores 48 horas de lluvia en la capital jiennense fueron las que transcurrieron entre el 3 y el 4 de marzo. Entonces, cayeron algo más de 50 litros por metro cuadrado. Concretamente, el 3 hubo 13, mientras que el 4 llegaron 38,2. Por último, el 10 de febrero se recibieron 17,6 litros. A nadie escapa que esta cantidad de agua tan pequeña pone en peligro la propia sostenibilidad de la vida —así de duro y rotundo—. Por eso, Jaén vive “de las rentas”, es decir, del agua que tiene almacenada de otros años en los embalses, de la que almacena la tierra y de un régimen austero que limita la vida de las especies y, consecuentemente, tiene una incidencia especial en el campo, que es el motor de la economía de esta tierra. De hecho, los olivareros necesitan que llueva ya si tienen esperanzas de intentar sacar adelante parte del fruto que ahora se encuentra arrugado en los árboles.

La tierra. Cuando se dice que Jaén se seca, no se trata de una metáfora. La red de Estaciones Agroclimáticas de la Consejería de Agricultura indica que la precipitación acumulada en el año natural —del 1 de enero hasta el 9 de septiembre— es de 165,6 litros por metro cuadrado en la capital, lo que se muestra como la pluviometría que ha caído sobre la tierra. En cambio, este sistema de información también ofrece otro parámetros, que es el Índice de Evapotranspiración o, lo que es lo mismo, el agua que ha salido de la tierra como consecuencia de las altas temperaturas y otros fenómenos que secan el terreno quitándole el líquido. Mientras que la capital ha recibido 165,6 litros por metro cuadrado durante 2017, la evapotranspiración ha sido de 1.072,94 litros por metro cuadrado. De ahí que, cada vez, se vea la tierra más seca, rajada y agrietada.

La situación de los embalses resulta realmente preocupante. Hace un año, el volumen de agua almacenada ascendía al 49,29% de la capacidad. Ahora es del 29,09%. No obstante, más allá de las cifras —que resultan importantes—, solo hay que acudir a cualquier pantano de la provincia para ver cuál es la situación. Da pena mirarlo. Por eso, Jaén necesita que el ciclo cambie. Y no solo en criterios económicos, que son tremendamente importantes si se mira al olivar y también a la caza, sino también desde el punto de vista de la propia vida.

Necesidad . El olivar juega la última “carta” en estos días

Los agricultores siempre quieren que llueva. Salvo cuando llega el momento de la polinización —en mayo—, que se agradece un poco de sol y viento, las precipitaciones resultan bienvenidas. Sin embargo, también saben que existen fechas de extrema necesidad. Ahora, el olivar jiennense está en una de ellas. El campo viene de un año hidrológico —del 1 de octubre al 30 de septiembre— muy seco, por lo que carece de reservas. De ahí que clama por llueva, como mal menor, en los momentos puntuales. Septiembre es uno de ellos, ya que son los días en los que se cuaja el engorde de la aceituna y los olivos comienzan el proceso de lipogénesis, es decir, de generar aceite en el fruto. La cosecha de Jaén cambiará mucho en peso y en rendimiento graso si llueve. En cambio, por el momento, no existen buenas noticias, por lo que las estimaciones que se realizaron en las semanas pasadas ya se empiezan a revisar a la baja. Aún queda tiempo, pero no pinta bien.

Refresca por la noche, pero seguirá sin llover

Ojo por la noche porque habrá que abrigarse un poco más. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) anuncia una bajada importante de las temperaturas cuando caiga el sol, aunque este cambio meteorológico solo afectará al mercurio. El cielo seguirá despejado, es decir, no existe posibilidad alguna de lluvia a la vista —la predicción se hace para una semana—. Ayer ya se notó que la noche no era como las del verano, sino que, más bien, estas y las mañanas se parecían o tenían tendencia a las jornadas otoñales.

La Agencia Estatal de Meteorología prevé que el mercurio llegará a los 16 grados centígrados durante la jornada de hoy, por lo que habrá que llevar algo más que manga corta cuando caiga la noche. No obstante, la temperatura diurna será agradable, ya que se espera una máxima de 26 grados o, lo que es lo mismo, calor, pero lejos de lo que es una temperatura veraniega. Esta situación se prolongará durante toda la semana, pero con una leve tendencia ascendente —de alrededor de dos grados centígrados—, lo que hará que el mercurio llegue a alcanzar los 30 grados durante el día y se sitúe en torno a los 18 o 20 como mínima nocturna o de las primeras horas de la mañana. El cielo se verá despejado o con una leve presencia de nubes, aunque, por desgracia, serán de las que no descargan agua. De ahí que los jiennenses podrán disfrutar de un verano mucho más suave —en el tramo final de esta estación—, pero todavía no verán las ansiadas precipitaciones. Habrá que esperar a la última semana de septiembre o a las primeras de octubre para ver si existe inestabilidad que haga cambiar la situación.