Cocaína lista para esnifar

La Policía levanta cuatro actas por drogas, una de ellas al encargado de un pub

26 jul 2018 / 08:12 H.

Israel y Quique fueron los primeros en entrar al pub. De paisano, para no perder el factor sorpresa y poder observar cualquier movimiento extraño. Estos dos policías, miembros del Grupo de Estupefacientes, conformaban la avanzadilla de lo que vendría apenas treinta segundos después: más de una veintena de agentes irrumpieron con rapidez en el establecimiento, un conocido local de ocio de la noche de Jaén. Cuando sus compañeros accedieron, Israel y Quique ya tenían controlados a los cinco clientes que había en el interior. También a las dos camareras y al encargado del negocio, un chico joven, vestido a la última y con un enorme tatuaje en el pecho. Del mismo modo, los agentes le habían echado el ojo a la puerta entreabierta existente al final del pasillo, junto a los servicios. A los dos policías no les falló el instinto. En esa pequeña habitación, que está habilitada como oficina, encontraron una escena pocas veces vista: tres “rayas” de cocaína perfectamente preparadas para ser esnifadas. Se encontraban listas encima de una mesa de cristal en la que, además, a simple vista, se observaba también que había habido mucha más “farlopa”. Prácticamente toda la superficie estaba manchada con restos de polvo blanco. El encargado no tuvo reparos para admitir que las “lonchas” eran suyas. “¿Todas?”, le preguntó el policía. “Sí”, respondió para añadir: “Es que son muchos días de fiesta”. Los agentes le pidieron la documentación para cumplimentar la correspondiente acta de infracción administrativa por consumo de estupefacientes. Después, lo sometieron a un exhaustivo cacheo y registraron a fondo el despacho. Lo único que encontraron fue la tarjeta de crédito con la que se cortó la droga, los pequeños trozos de papel en los que estaba en vuelta y el canutillo utilizado para esnifar la droga. No encontraron más sustancia. “Hemos tenido mala suerte. Si hubiéramos llegado en el momento justo...”, se lamentaba Israel. Su olfato le dice que allí pasaba algo más.

Mientras los miembros del Grupo de Estupefacientes terminaban el papeleo, sus compañeros procedían a la identificación de los clientes, tanto los que había en el interior del local, como los que se encontraba en la calle. Del mismo modo, realizaron algunos registros aleatorios. Todos fueron negativos.

Este establecimiento no fue el único de la noche jiennense inspeccionado por la Policía Nacional, en un despliegue en el que también participaron agentes de la Policía Local y de la Unidad Adscrita a la Junta. En concreto, se revisaron cinco garitos. ¿Por qué esos y no otros establecimientos? “Manejamos cierta información previa de que pueden producirse determinadas situaciones que están al margen de la ley”, explica Tomás García, el inspector jefe que está al mando de la operación. Estos despliegues específicos en locales de ocio han comenzado a aplicarse con la llegada del comisario José Miguel Amaya. Hasta el momento, y con el realizado el pasado sábado, se han efectuado dos.

El patrón siempre es el mismo. Los agentes de paisano entran primero en el local y se comunican por radio con sus compañeros si ven que es factible realizar la entrada. Una vez en el interior, el trabajo se desarrolla en varios frentes. El objetivo prioritario, no obstante, es el tráfico y el consumo de drogas. En esta ocasión, se levantaron cuatro actas por posesión de sustancias estupefacientes. Dos de las denuncias se formularon a clientes de un pub, un local distinto al que se encontraron las “rayas” de cocaína encima de la mesa. Ambas fueron también por “farlopa”. Durante la identificación y antes de proceder al cacheo, los agentes siempre utilizan la misma fórmula: “¿Tiene usted algo que pudiera comprometerle?”. Una mujer abrió su bolso y entregó un “chino” de coca. Otro hombre sacó la dosis de su bolsillo.

Los policías siguen registrando estanterías y cajones. Alumbran el suelo y miran con detenimiento, por si alguien ha tenido la tentación de arrojar eso que “pudiera comprometerle”. No hay nada. La música vuelve a sonar en el interior del garito. Algunos clientes se marchan, casi pisándole los talones a los policías, que acaban de montarse en los “zetas”. La noche sigue.