La “rue de Trèves” de Bruselas lleva directamente al Parlamento Europeo, pero de calle tiene poco, porque más bien es una enorme avenida con varias manzanas incluidas. Es un paseo que merece la pena y que lleva hasta la sede del Copa-Cogeca, la organización que agrupa a todas las entidades agrarias. Juan Corbalán García (Murcia, 1973) es el representante de las Cooperativas Agroalimentarias de España. Su teléfono no para de sonar, lo mismo contesta en español que en francés o en inglés. Es lo que tiene trabajar desde el corazón del Viejo Continente.

—¿Qué hacen las cooperativas agroalimentarias en Bruselas?

—Las cooperativas en Bruselas representan a todas las españolas y formamos parte del Copa-Cogeca. Estamos viendo lo que pasa en muchos países, no solo en España, y detectamos que en aquellos lugares donde las cooperativas tienen una fuerza importante, los costes de producción son bastante mayores que en España y, sin embargo, su valor añadido y sus precios también son mayores. Por lo tanto, en sitios como Alemania, Dinamarca, Finlandia o Suecia, las cooperativas tienen una dimensión suficiente y vemos que los precios son mayores que en países donde las cooperativas tienen menos presencia, su valor añadido, su exportación y su competitividad son mayores. Por lo tanto, nosotros creemos que hay que hacer esfuerzos para que haya cooperativas grandes, porque la dimensión es importante para que el agricultor obtenga el máximo valor añadido.

—¿Hay que ir, entonces, a la concentración?

—Hay que ir a la concentración, al asociacionismo, a la colaboración en común... Somos muchos a vender y pocos a comprar, por lo que cuanto más concentrada esté la oferta, mayor poder tendrá el agricultor. Y no solo eso, sino que mayor valor añadido habrá. Hemos visto, en el caso del veto ruso, que en aquellos países donde había una alta concentración del agricultor en cooperativas, como Finlandia con la producción de lácteos, con igual dependencia del mercado ruso que sus vecinos de los Países Bálticos, han lidiado mejor la crisis que estos países porque estaban concentrados, tenían mayor resilencia en materia financiera, han podido establecer nuevos productos, más innovativos y abrir nuevos mercados. Eso no ha pasado con los Países Bálticos, donde sí han sufrido bastante. Estas situaciones nos hacen pensar que la concentración de la oferta, a través de cooperativas con gran dimensión, pueden ser parte de la solución.

—En la provincia de Jaén, con pueblos con varias cooperativas, hay tela que cortar...

—Sí. Le pongo el ejemplo de Dinamarca que, aunque puede asimilarse a Cataluña y Valencia juntas, hay una sola cooperativa de leche. El noventa por ciento del sector está ahí, de tal forma que tienen inversiones en diferentes países y su valor añadido es mucho mayor. Nosotros creemos que el asociacionismo de los agricultores es fundamental porque se reduce la competencia entre ellos y pueden avanzar en la cadena alimentaria, no solo intentado mejorar sus rentas, sino obteniendo valor añadido, que es donde realmente está la renta del productor.

—¿A qué achaca usted la grave caída de precios del aceite?

—En el año 2010-2011 hubo otra crisis de precios, mayor que esta, porque incluso pedimos el almacenamiento privado del aceite de oliva y, además, aquella vez los precios sí que llegaron al mínimo. Ahora se ha activado, pero sin llegar al límite. De todas formas se trata de una medida coyuntural y no resuelve los problemas estructurales al respecto. En el aceite hay mucho potencial. Se han dado pasos importantes, hay cooperativas en España que trabajan bien, que van a los mercados y acuden a países con un gran potencial de consumo, pero para aprovechar estas oportunidades que el aceite de oliva tiene en países exportadores hay que concentrarse y aprovechar mercados. El cliente americano, japonés o chino no va a venir a la puerta de los agricultores particulares para comprar, sino a aquellas empresas que puedan suministrar productos de calidad en grandes cantidades. El tema es que hemos llegado a un grado de integración global en el comercio que lo que pase en Japón, por ejemplo, afecta a Baeza. Por lo tanto, para garantizar que un agricultor de Jaén pueda aprovechar las oportunidades de mercado que se presentan con el acuerdo de Vietnam, de Australia, Japón, Canadá, Mercosur... tiene que asociarse para que no sean otros los que se aprovechen de su trabajo. Ahí está el secreto. El almacenamiento privado es una medida para resolver una crisis coyuntural, pero el aceite de oliva necesita un trabajo más a medio y largo plazo.

—¿Qué opina de la Interprofesional del Aceite?

—Es un paso importante dado por España, porque están todos los agentes involucrados, hacen promoción, investigación y se trabaja en calidad. Ahí está el camino. Hay que trabajar más para crear grupos de productores que comercialicen el aceite de manera más concentrada.

—Sin embargo, el envasado sigue como asignatura pendiente en la provincia que es primera productora mundial...

—El agricultor no es consciente del poder que tiene, porque él posee el producto y, a partir de ahí, puede obtener el valor que quiera. La vía es avanzar en la cadena alimentaria para llegar al cliente final. La comercialización a granel supone que el valor añadido se lo quedan otros, y es una pena porque el agricultor es el rey del producto. En Jaén hay cooperativas importantes, pero hay que hacer más esfuerzos porque siendo la primera productora de aceite del mundo es una pena que la atomización sea tan grande. La fusión con otros grupos de otras regiones es crucial.

—¿Qué plantea su organización para paliar el grave problema arancelario?

—Los aranceles de Estados Unidos no es solo un problema que afecte a España, sino también a otros países, incluso a los que no están en el consorcio Airbus. Nosotros creemos que la culpa de todo la tiene Estados Unidos, que solivianta el comercio mundial en su guerra con China y ha ido a hacer daño y a dividir los países. Nuestra posición es que, primero, hay que tener en cuenta que es un problema europeo y, segundo, que hay que mantener la unidad al más alto nivel para que la presidenta del Consejo sea la que negocie con Estados Unidos. Hay que recordar que son aranceles legales, pero no es justo que el sector los sufra y esto es consecuencia de lo que hemos hablado antes, del grado de integración comercial que tenemos en el mundo, de tal forma que lo que pase en cualquier región de un país afecta a Jaén. Trabajamos para pedir a la Comisión de Agricultura dos cosas: que negocie lo mismo que lo hizo con los automóviles y que prepare un plan de contingencia para compensar a los afectados.

—¿Y el Brexit?

—Nos preocupa, sobre todo por la posición intransigente del Reino Unido, porque no quiere estar en el mercado único, lo que significará que la relación con la Unión Europea será peor que la que tenemos ahora. Por lo tanto, si no hay aranceles ni cuota, sí habrá distorsión en el comercio derivados de controles de productos de origen, por lo que habrá que establecer alguna vigilancia al respecto. La decisión final la tendrá el Gobierno del Reino Unido y, cuanto más se aleje de la normativa europea, más perjuicio habrá. Trabajamos estrechamente con el Parlamento Europeo para que sitúe al sector agroalimentario en primer lugar de la agenda, proteger el mercado interior y que prepare un plan de contingencia.

—Las exportaciones siguen al alza, pero falta conquistar nuevos mercados. ¿Qué aconseja?

—Cada vez hay más oportunidades en el mercado global; la Unión Europea quiere erigirse como líder en el comercio mundial; solo el tres por ciento de las grasas vegetales del mundo son del aceite de oliva, por lo que hay un enorme potencial, hay un mundo ahí fuera ávido para consumir productos de calidad, España lidera la producción de aceite de oliva, por lo que hay mucho margen de crecimiento. Un agricultor solo de Jaén no podrá hacerlo.

—¿Cree que la reforma de la PAC es una amenaza para Jaén?

—No, al contrario, aunque presionamos para que no haya recortes, derivados también de la salida del Reino Unido. Nosotros trabajamos más que por las subvenciones, por la orientación de las ayudas. Dar un euro a un grupo de productores es más beneficioso que dar un euro a cada productor, porque ese euro se invertirá de forma conjunta en promoción, en calidad, etcétera, y creemos que hay una oportunidad muy buena para obtener financiación para hacer acciones comunes que generen valora añadido.

—¿Qué pasará con el olivar de montaña, el tradicional?

—La reforma de la PAC deja un margen de maniobra a los estados miembro para establecer aquellas medidas específicas para proteger zonas y cultivos menos rentables. Hay ayudas acopladas y el Ministerio de Agricultura tendrá que poner su grano de arena para que el olivar de montaña salga beneficiado, porque supone empleo para las zonas rurales.

—¿Cómo ve las protestas?

—No es un caso específico de España, ocurre también en Alemania, Lituania, Irlanda y Holanda. El nuestro ha venido ahora por la presión medioambiental, que nos acusan de ser los causantes del cambio climático, la gran distribución, situaciones geopolíticas como el veto ruso... De vez en cuando hay que dar un puñetazo en la mesa y trasladar a la sociedad el esfuerzo que realizan los agricultores y lo mal pagado que está. Están saliendo en todos los medios de comunicación, antes no ocurría esto, incluso el presidente del Gobierno se ha pronunciado al respeto y es muy importante hacer visible el sector. Nosotros creemos que las cooperativas con dimensión pueden ser parte, pero no hay una receta mágica, sino que hacen falta medidas coyunturales y estructurales.

—¿Ayudará la Indicación Geográfica Protegida?

—Es una herramienta muy buena, hay más de tres mil reconocidas en Europa de todos los productos, por lo que protege la calidad y creemos que los productores se van a beneficiar mucho. Hay de varias maneras, algunas que se posicionan en los mercados nacionales e internacionales y otras que son solo de mercado interior. “Aceite de Jaén” tiene un potencial enorme para hacerse valer en el mundo, un reconocimiento que es una ganancia en el valor añadido a la hora de posicionarse en los acuerdos comerciales de la Unión Europea. Eso sí, hace falta inversión, promoción, innovación y ahí es donde el sector y el Consejo Regulador de la IGP puede obtener beneficios. Es una buena noticia que se tiene que concretar.

—¿Qué mensaje puede lanzar al agricultor que se ve solo y sin futuro en el sector?

—Yo creo que la agricultura es fundamental para la economía, el agroalimentario es el segundo sector económico en España después del turismo, por lo que es clave para las zonas rurales. Hay un mundo fuera que aprovechar, porque la producción del aceite de oliva es base de dieta mediterránea y tiene un prestigio en el mundo muy bueno. Ahora hay una situación de apatía, pero se tienen que proteger entre ellos.