Adiós al héroe del aceite mortal

José Manuel Tabuenca salvó miles de vidas y cambió el sector oleícola, en un caso en el que Jaén perdió mucho

17 ago 2018 / 12:42 H.

Juan Manuel Tabuenca (1931-2018) fue el héroe del aceite mortal. Este pediatra descubrió que las personas se morían porque cocinaban con una grasa venenosa, que compraban como aceite de oliva. En cambio, no lo era. Se trata de colza tratada con analinas o, lo que es lo mismo, una grasa industrial que se introdujo en el canal alimentario. Mató a cientos de personas y pudieron ser muchas más si no llega a ser porque Juan Manuel Tabuenca se dio cuenta que la gente fallecida o quedaba muy enferma al consumir el producto de unas garrafas que se vendían en mercadillos.

Ayer se conoció la noticia de su muerte, aunque falleció el pasado lunes —13 de agosto— en Madrid. Juan Manuel Tabuenca desechó que fueran virus, bacterias o un sinfín de síndromes que se achacaban para explicar el aluvión de muertes en España. Tomó una garrafa de aceite —vendido como de oliva—, lo llevó al laboratorio de Aduanas y confirmó que era tremendamente tóxico y capaz de matar a la gente. Una vez que se retiraron las garrafas, acabó la enfermedad. En cambio, fallecieron más de 2.000 personas y la Plataforma de Afectados por el Síndrome Tóxico calcula que, actualmente, más de 20.000 personas conviven con las terribles secuelas que les dejó. De hecho, es la enfermedad rara —generada artificialmente por el consumo de un aceite industrial que produjo el envenenamiento masivo— más común en España.

La colza es un aceite de oliva comestible, igual que el girasol. En cambio, el problema estuvo esa partida era un aceite desnaturalizado que se trató con analinas. Su uso solo podía ser industrial, pero se metió en la cadena alimentaria. Se vendió en mercadillos y la gente comenzó a morir sin que hubiera explicación alguna hasta que Juan Manuel Tabuenca se dio cuenta de que todos los fallecidos tenían un denominador común: habían consumido ese aceite, que se vendió como de oliva. Era colza, también comestible, pero desnaturalizada, por lo que así se convirtió en un veneno. El 1 de mayo de 1981 murió Jaime Vaquero. Era un niño de solo 8 años que falleció de manera repentina. El parte de defunción decía que lo hizo por una insuficiencia respiratoria. Perdió la vida en una ambulancia de camino a un centro sanitario. Sus cinco hermanos ya estaban ingresados en el Hospital de La Paz y del Rey de Madrid. Fue la primera víctima de lo que después se denominó Síndrome Tóxico. Había tomado un aceite de colza adulterado. Murió envenenado, aunque tuvieron que pasar unos meses para que se supiera. Al principio, se pensó que era una neumonía.

Sin embargo, hubo muchas otras víctimas. Hasta se llegó a catalogar como el Síndrome del Legionario en un intento de dar una explicación de lo que ocurría. En la capital murieron 2 personas, mientras que también hubo un fallecido en municipios como Baeza, Andújar, Jódar, Úbeda, Bailén y Villacarrillo. En total, 8 muertos y decenas de afectados.

Almazareros. Manuel García Fernández ha estado más de 30 años en primera línea de los fabricantes de aceite de oliva. “Fue una tragedia. En Jaén no tuvo tanta incidencia como en Madrid o Castilla-La Mancha, por ejemplo, porque existía tradición de ir a comprar el aceite a las fábricas en vez de a los mercados. No se fiaban de los aceites baratos y existían vínculos en los pueblos muy fuertes que hacían que el aceite se comprara en la fábrica o al agricultor”, recuerda Francisco Molina, que entonces era vicepresidente de la Almazara de Jaén. Además, añade: “Se creó una alarma tan grande y un miedo que hizo que el aceite de colza desapareciera de las estanterías. Todavía es como si se nombrara al demonio”.

Por último, Manuel García Fernández concluye: “La gente de aquí tenía un conocimiento de lo que era el aceite mucho mayor. Por eso, muchos se salvaron. Recuerdo esos días con horror porque los muertos no paraban de aumentar hasta que se dieron cuenta de cuál era la causa”.

Sin embargo, este caso hizo que cambiara toda la estructura productiva de la provincia. Una vez que se encontró el problema, existió un movimiento de reacción contra el aceite de colza, que se consideró veneno puro, pese a que es comestible y solo fue una partida que se mezcló y se metió en la red de consumo, y, a la par, contra todos los aceites. Fue algo similar a lo que ocurrió, por ejemplo, con la enfermedad de las vacas locas, que solo la alerta alimentaria hizo que cayera el consumo de este tipo de carne.

LAS PÉRDIDAS DE JAÉN. Esa mezclas de aceites se vendió como de oliva. De ahí que surgió pánico a la hora de consumir el zumo de la aceituna. Francisco Molina es secretario general de Asaja y miembros del Consejo Consultivo del Consejo Oleícola Internacional (COI). A comienzos de los años 80, entonces ya era parte activa de Jóvenes Agricultores en Jaén, que fue el germen de lo que hoy es Asaja. “Más allá del drama, el caso del aceite tóxico generó una auténtica revolución en el sector. Fue un duro golpe para Jaén porque el consumo se desplomó. La gente tenía miedo de todos los aceites”, recuerda Francisco Molina. Asimismo, continúa: “Supuso una dura llamada de atención para que el producto no se vendiera a granel para el consumo directo. Después de esto, se empezó a hablar de etiquetado, calidad y de fraude. Además, los agricultores estaban acostumbrados a retirar grandes partidas de las fábricas y almacenarlas en su casa, pero salió una orden ministerial que puso un límite en la retirada”.

Por otro lado, Francisco Molina señala: “Costó recuperar la credibilidad y que la gente confiara en el producto, pese a que había sido una colza desnaturalizada. La mala imagen se extendió al aceite de oliva y las ventas se desplomaron. En cambio, muchas fábricas comenzaron a introducir pequeñas envasadoras y lanzaron las garrafas de cinco litros para recuperar la confianza frente a los aceites que se vendían directamente a granel y que no te llegabas a fiar. Fue un drama que impulsó un cambio, pero costó mucho remontar”. Desde entonces, siempre existe un cierto temor. Por eso, siempre que surge un fraude, el sector se echa a temblar por el impacto que deja en el consumo.

Una mezcla que resultó mortal

El fraude provenía de la mezcla que algunas empresas llevaron a cabo a la hora de procesar el aceite. Estos mezclaban varios componentes, obteniendo como resultado un producto adulterado para uso industrial. Acto seguido, se vendía clandestinamente y sin ningún tipo de control. Una de las empresas más activas fue Raelsa, ubicada en Alcorcón, causante de la mayor parte del envenenamiento en los municipios del sur de la Comunidad de Madrid.

Solo dos acusados en prisión
idcon=13452194;order=9

Solo dos de los acusados —Juan Miguel Bengoechea y Ramón Ferreiro— fueron condenados con penas privativas de libertad. Los restantes, con penas menores, ya habían cumplido la condena durante el período de prisión preventiva o fueron absueltos. Tras conocerse el fallo, dos centenares de personas apedrearon el autobús donde viajaban los acusados rompiendo varias de sus lunas. Las familias de los afectados siempre pensaron que no se hizo justicia en los tribunales.

“Todavía esperamos la reparación del daño”
idcon=13452604;order=17

Carmen Cortés es la portavoz y coordinadora de la Plataforma de Afectados por el Síndrome Tóxico “Seguimos Viviendo”: “Estamos mal. Todavía esperamos que algún Gobierno de España tenga un gesto con nosotros y nos atienda como víctimas, que es lo que somos. Han pasado 37 años y tenemos muchas necesidades, aunque deseamos la reparación moral del daño que nos causaron. Todavía nadie nos ha pedido perdón”. Además, considera que los afectados cuentan con una enfermedad crónica incurable derivada del envenenamiento, por lo que insiste en que tienen necesidades vinculadas con la salud y la Seguridad Social. Tampoco se olvida de que resulta muy importante incrementar la investigación.

“Existen cuidados, como el de fisioterapia que necesitamos, que deberían contar con una cobertura pública. En cambio, no la tenemos. Desde la plataforma consideramos que nos enfrentamos a un futuro tremendamente incierto derivado de un problema que nosotros no provocamos. Nos envenenaron con un aceite y ahora tenemos que sufrir las consecuencias. Somos víctimas, pero no sentimos que nos traten como tal”.